El adulterio y la lascivia

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En la sociedad actual la lascivia es un gran negocio; desde las carteleras a los anuncios y en televisión, se usa el sexo y el deseo para captar la atención de la gente. La Palabra predicada por Cristo, enseña que la tentación debe ser superada como parte del camino al Señor.

Por David Jeremiah

En el sermón del monte, el Señor Jesús habló palabras muy severas sobre el adulterio y la lascivia, desafiándonos a hacer todo lo posible para evitar ser víctimas de los deseos pecaminosos y desenfrenados.

Supongo que para muchos que enseñan la Palabra de Dios, cuando llegan a un pasaje como el que tenemos delante de nosotros acerca de la tentación, en el Nuevo Testamento (Mateo 5:27-30), es de pasarlo por alto y asumir que otra persona lo enseñara.

Nosotros no hacemos eso, porque creemos en el estudio secuencial de las Escrituras y no omitimos versículos que son sensibles o que son difíciles de enseñar. Lo que importa es que si Jesús no hubiese querido que nosotros enseñáramos esto, Él tampoco lo hubiera enseñado. Así que, estas son palabras que debemos escuchar sobre el adulterio y la lascivia.

¿No es increíble que uno pueda estar sentado en la Iglesia, en la sala de su casa o en donde quiera que se halle, y pueda cerrar sus ojos y mentalmente transportarse a su lugar favorito? Algunos pueden incluso imaginarse los detalles, pueden mentalmente visualizarlos. El poder de la imaginación es increíble.

No habría edificios hermosos si no hubiera imaginación. Las grandes pinturas de los museos de arte no estarían ahí si no hubiera imaginación. Ninguna de las grandes obras musicales hubiera sido posible si no lo hubieran oído primero en su mente los compositores. Todo es parte de la imaginación.

En tanto que Dios nos da la imaginación para que lo usemos con propósitos buenos, positivos, redentores, el enemigo de nuestras almas viene y pervierte ese don para sus propios propósitos. Usted posiblemente recordará que en 1976 el entonces candidato presidencial Jimmy Carter les confesó a los periodistas que lo entrevistaban en su casa, y en una entrevista dijo: “he mirado a muchas mujeres con lujuria. He cometido adulterio de corazón muchas veces”.

La confesión de Carter fue publicada en todo el mundo. La revista Playboy la usó como pieza central en uno de sus números, aprovechándose de la verdad de que alguien que se había postulado como candidato a presidente de Estados Unidos, confesara abiertamente las jugadas que sucedían en su mente.

Pero lo interesante es que en esa década en particular, la década de los setenta, los que oyeron la confesión y escribieron al respecto, pensaron que era lo más risible que jamás habían oído en su vida. Casi ni podían creer que una figura pública podría seguir creyendo que pensar en una relación sexual con otra persona que no sea su esposa fuera algo malo, o que necesitara el perdón de Dios. Las nociones espirituales del candidato Carter les parecían tan fuera de la realidad con las normas sexuales corrientes, que la gente se resistía a creerlo.

Imagínese si eso hubiera sucedido la semana pasada en lugar de hace varias décadas, porque hemos recorrido un largo camino desde esa época, alejándonos de las normas morales y de la responsabilidad. Nada en la actualidad caracteriza más a la sociedad occidental actual que la lujuria sexual. El tamaño y el poder de las industrias modernas del entretenimiento es un testimonio elocuente de cómo la sociedad se ha entregado por completo a la lujuria. La codicia, la glotonería y el deseo sexual son las herramientas primarias de la industria de la publicidad. La lujuria es un gran negocio en nuestra cultura.

Tim Stafford escribe en uno de sus libros: “hoy cualquiera de nosotros encuentra estimulación sexual muchas veces todos los días, a menudo de alguien cuya misma existencia es nada más que invención de la imaginación del director de publicidad. Vivimos en un constante baño de sexualidad despersonalizada, imaginaria y altamente provocativa. Para la persona moderna esto le parece normal y casi ni se da cuenta de ello Jesús dijo:“Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón. Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno”(Mateo 5:27-30).

Jesús empieza con la prohibición contra el adulterio, según está registrada en el Antiguo Testamento. Pero no se queda allí, pasa más allá del acto externo de adulterio a la raíz moral del problema, y empieza a hablar de la pureza sexual. Recuerda a sus oyentes que se trata de algo más que pura abstinencia de un acto físico. Se trata de justicia interior. Es pureza, no solo del cuerpo, sino también de la mente.

La palabra que usa aquí en el texto y que se traduce “codiciar” en el griego es la palabra epithumía, que quiere decir “deseo”. Cuando se halla en el contexto del deseo pecaminoso, por lo general se refiere a un hambre insaciable de placer, lucro, poder, prestigio y sexo. En breve, la codicia, según la Biblia habla de ella, es el deseo por cualquier cosa que Dios prohíbe. Es un deseo pecaminoso, que en las cartas de Pablo se describe como “deseos carnales”.

 

¿ES CODICIA EL DESEO SEXUAL?

Si lo fuera, todos seríamos culpables. El deseo sexual es un don que Dios le dio a la raza humana con propósito de procreación. La Biblia distingue claramente entre el deseo sexual y la lujuria. El deseo sexual tiene sus raíces en el plan creador de Dios, pero la lujuria tiene sus raíces en la depravación humana. La lujuria o codicia sexual es el deseo excesivo, una urgencia incontrolable que pide gratificación inmediata. La lujuria incluye el deseo desordenado de comida, licor, deportes, nueva moda, éxito, o relaciones sexuales.

El deseo sexual es saludable. La codicia sexual es malsana. La Biblia dice que es honroso el lecho matrimonial sin mancilla (Hebreos 13:4). Dios da claras direcciones para el amor entre esposo y esposa, pero la codicia sexual o lujuria pervierte ese don de Dios.

 

¿ES LUJURIA LA TENTACIÓN SEXUAL?

No hay pecado en el pensamiento fugaz, en la idea que cruza su mente y que es rechazada al instante. Eso no es pecado, es una tentación. Jesús se enfrentó a toda tentación y, sin embargo, no pecó(Hebreos 4:15).

El pecado viene cuando el pensamiento fugaz se queda a vivir en su mente, cuando empieza a dominar sus pensamientos. Martín Lutero, el teólogo alemán de hace varios siglos, lo dijo muy bien: “no puedo evitar que los pájaros vuelen sobre mi cabeza, pero sí puedo evitar que hagan nido en mi pelo”.

La Biblia dice que el deseo sexual es algo hermoso, dentro del pacto del matrimonio.La Biblia tampoco dice que ser tentado sea codicia. Sería muy difícil vivir en este mundo actual sin jamás tener un pensamiento fugaz. No es pecado de lujuria o codicia si uno no se pone a disfrutarlo mentalmente.

 

¿ES LA LUJURIA REALMENTE ADULTERIO?

¿Está Jesús diciendo en este pasaje bíblico que no hay diferencia entre el adulterio mental y el acto físico? No. Lo que está diciendo es que ambos son pecados. Ambos son pecados sexuales, ambos son formas de adulterio. Lo que está diciendo es que si usted piensa que es justo solo porque se ha abstenido de cierto pecado físico, está totalmente equivocado. Usted es responsable ante Dios por su mente tanto como por su cuerpo.

La Biblia trata a la inmoralidad física con gran severidad. Bajo la ley del Antiguo Testamento la persona que cometía adulterio recibía la pena capital.

En el Nuevo Testamento se nos dice que si una persona participa en la inmoralidad, se descalifica para el liderazgo espiritual. Ahora si lo físico y lo mental son lo mismo, entonces habría básicamente pocas personas que podrían ser líderes.

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