Hay ocasiones en la vida en las que sentimos que nuestra barca se hunde, la tormenta se hace sentir, el viento sopla fuerte y como si fuera poco la noche es más obscura que nunca.
En medio de esto sentimos que nuestra vida es arrastrada por la fuerza de las olas y tendemos a olvidar quien es el que va con nosotros, el mismo que ha prometido que no nos dejara, el mismo que tiene el poder para detener la tormenta y traer a nuestras vidas gran bonanza.
Cuando estamos pasando por momentos difíciles, cuando más deberíamos recordar las promesas de nuestro Dios, en esos momentos donde se apodera de nosotros la desesperación lamentablemente nos cuesta declarar que tenemos una esperanza. Pero eso es lo que nos pide nuestro Dios, eso es lo que nos diferencia del mundo, quienes no tienen a Dios pasan momentos difíciles, quienes por su misericordia lo tenemos en nuestras vidas también los pasamos, pero el mundo no tiene en quien confiar, nosotros sí, el mundo no tiene esperanza, pero nuestra esperanza esta puesta en Dios, un Dios fiel e infalible que cumple sus promesas.
Mantengamos firme, sin fluctuación, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Hebreos 10:23
Hermanos, no dejemos de profesar en quien hemos creído y quien es el que nos da la victoria aun en medio de la batalla, es un acto de fe el declararnos vencedores aun cuando miremos a nuestro alrededor y no veamos la salida, recordemos que eso es la fe… la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve.
