Profetas de la Mentira

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Por David Wilkerson (1931 – 2011)

Ezequiel se enfrentó solo contra todos los falsos profetas de Israel. Estos profetas no estaban involucrados con el mensaje de justicia y de juicio inminente. En vez de esto, ellos profetizaron una era de paz, comodidad y prosperidad.
Ezequiel 13 es la pura palabra de Jehová contra predicadores y profetas quienes apapachaban a las personas con palabras carnales agradables que, decían, eran del Señor. Sus palabras fueron maquinadas para hacer al pueblo de Dios sentirse cómodo en momentos en que el pueblo se enfrentaba a un juicio inminente de parte de Dios. De hecho, ellos no estaban satisfechos con sólo profetizar buenos tiempos por venir desde sus grandes casas y sus cómodas camas hechas de marfil: ellos buscaron proveer una almohada para cada codo.
“Ay de aquellos que ponen almohadillas debajo de todos los codos…” .
(Ezequiel 13:18) Original hebreo por Spurrell
“…He aquí yo estoy contra vuestras almohadillas, con que cazáis (seducen) las almas…” .
(Ezequiel 13:20) Original hebreo por Spurrell
Ezequiel se encontraba horrorizado al ver a los profetas que habían desarrollado el arte de hacer al pueblo de Dios sentirse cómodo. El Señor dijo: “Mi pueblo ha puesto sus ídolos en sus corazones; ellos descaradamente han establecido piedras de tropiezo en iniquidad; ya que todos ellos se han apartado de mi por sus ídolos” (Ezequiel 14:1-5, paráfrasis del autor).
La verdadera palabra del Señor fue: “Jehová dice: Come tu pan con temblor, y bebe tu agua con aflicción y con desfallecimiento. Y dile al pueblo, su tierra será despojada de su plenitud, por la maldad de todos los que en ella moran. Las ciudades habitadas quedarán desiertas, y la tierra será asolada. Porque no habrá más visiones vanas, ni profecías de lisonjeros…” (Ezequiel 12:17-24, paráfrasis del autor).
Mientras Ezequiel estaba llamando al pueblo a la humildad y arrepentimiento, tratando de preparar al pueblo de Dios para los juicios que pronto vendrían, estos profetas de almohadilla profetizaban los sueños e imaginaciones de sus propios corazones. Dios no les había hablado, y aún así ellos introducían sus profecías con: “Escuchad la palabra del Señor…” Dios dijo: “YO NO LOS ENVIÉ. ELLOS NO HABLAN POR MÍ”.
Llevaban con ellos almohadas elegantes para ponerlas bajo los codos de aquellos que les seguían para oír sus falsas profecías. Ponían pañuelos sobre la cabeza de cada uno de sus discípulos, como una forma de declararle a los demás: “Muy buenos tiempos están por delante. No vemos sino paz y lujo”. Caminaban entre el pobre y el enfermo poniendo sobre su cabeza un pañuelo con encaje, como una señal de su confianza en el mensaje de los profetas de la autoindulgencia y la comodidad.
Ezequiel les habló fuertemente la palabra de Dios cuando las masas se congregaban a oír estas palabras placenteras y agradables.
“Los profetas de Israel que profetizan acerca de Jerusalén, y ven para ella visión de paz, no habiendo paz, dice Jehová el Señor”. (Ezequiel 13:16)
“Así ha dicho Jehová el Señor: ¡Ay de los profetas insensatos, que andan en pos de su propio espíritu, y nada han visto!”. (Ezequiel 13:3)
¡Los profetas de almohadilla están todavía entre nosotros! Ellos hablan acerca de la palabra de Dios, acerca de profecía, y sazonan sus suaves mensajes con mucha Escritura. Pero hay una falsedad en lo que ellos predican. No están predicando la cruz o la santidad y la separación. No hacen demandas a los que los escuchan. Muy pocas veces hablan de pecado y juicio. Aborrecen el solo mencionar sufrimiento y dolor. Para ellos, los héroes del libro de los Hebreos fueron cobardes sin fe y perdedores sin dinero, quienes tenían miedo a reclamar sus derechos.
Tal como los profetas de almohadilla de Israel, su único deseo supremo es promover estilos de vida lujosa y hacer a las personas sentirse cómodas en su búsqueda de la buena vida. Ellos no están hablando de parte de Dios. Todo lo que ellos están haciendo es sentarse pasando almohadas. Una para cada codo de cada seguidor. Con razón las multitudes se congregan para sentarse a escuchar sus mensajes –sin ninguna demanda–. Estos mensajes no son el llamado de Cristo para negarse y tomar la cruz.
¿Cuál es la diferencia ente los profetas de almohadilla, y los verdaderos profetas de Jehová? El creyente que no conoce la diferencia está en un terreno peligroso. Con tantos que andan por ahí reuniendo enormes congregaciones, es imperativo tener discernimiento del Espíritu Santo. Los profetas que están confundiendo a la gente deberán ser confrontados y expuestos por la verdad. La mayoría de ellos se ven y se oyen sinceros, hombres de Dios amantes de la Biblia. Pero el Señor ha dado a su pueblo pruebas infalibles para probar lo que es verdadero y lo que es falso. Debemos probar cada hombre y cada mensaje a través de toda la palabra de Dios.
Permíteme traer tu atención a tres características de un verdadero profeta de Dios.
I. ¡Un verdadero hombre de Dios es consumido por una visión del Señor Jesucristo!
Él ha sido tan sumergido, tan profundamente dirigido y capacitado por esa hermosa y gloriosa visión, que no puede hablar de nada más. Él predica todo el consejo de la Palabra de Dios –siendo Cristo glorificado en todo–.
“Porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios” . (Hechos 20:27)
Dios dijo de los falsos profetas: “¡Ay de los profetas insensatos, que andan en pos de su propio espíritu, y nada han visto!” (Ezequiel 13:3).
Aun de Moisés se escribió: “Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible” (Hebreos 11:27).
Jesús dijo de Abraham: “Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó” (Juan 8:56).
Esteban tuvo una gloriosa visión de Él. “Y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios” (Hechos 7:56).
Ananías dijo a Pablo: “El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca” (Hechos 22:14).
A sus propios discípulos, Jesús dijo: “Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis…” (Juan 14:19).
La cosa que cada uno de estos hombres de Dios tenían en común fue su vida controlada por la visión de Cristo el Señor. Cristo fue su más grande y único motivo de vivir. Ellos vieron a Cristo a través del ojo de la fe.
Moisés voluntariamente dejó la comodidad y la prosperidad de Egipto para sufrir privación en un desierto porque él había sido transformado y perfeccionado por una visión de Cristo. Nada más le importaba, ni aun su sueño de convertirse en el gran libertador. Él vio más allá de cualquier ambición humana. Él fue apartado de todo lo que era terrenal porque él había visto a Cristo. Él pudo soportarlo todo, porque nada en la tierra podía compararse con lo que sus ojos espirituales contemplaron.
Abraham se volvió totalmente apartado de este mundo y voluntariamente llegó a ser un extranjero en la tierra, porque sus ojos estaban puestos en la ciudad cuyo arquitecto y constructor es Dios (Ver Hebreos 11:9-10). Pero sobre todo él había visto una visión de Cristo en su trono en aquella santa ciudad. Nunca volvió a poner su atención en las cosas terrenales o temporales. Su fe era edificada sobre su continua visión de Cristo. Él se regocijaba y estaba contento, porque tenía puestos sus ojos en el invisible, el eterno, ¡Cristo!
Desde el momento en que Pablo le vio, todo lo demás aquí en la tierra se convirtió en basura (estiércol, en el griego original) para él. Desde el momento en que Cristo fue revelado en él, Pablo determinó no saber de nada más entre los hombres sino de su Señor.
Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte”. (Filipenses 3:7-10)
Él alegremente soportó trabajos, naufragios, que lo apedrearan, azotes, privaciones, cárceles; ninguna de estas cosas lo movieron de su fe porque él se gloriaba en la visión que tenía del Señor (Ver 2a Corintios 11:23-28).
Cualquier hombre de Dios que está atado a esta tierra o a las cosas de esta tierra no ha visto nada. Si él tuviera una visión de Cristo, si él estuviera en constante unión con Cristo, él no podría predicar de nada más. Él se pararía ante las multitudes, proclamando: “¡Estimo todas las cosas como pérdida –todo lo tengo por basura (estiércol)–. Es Cristo y Él solamente. Él es todo. Él llena todas las cosas. Él es toda mi vida!”.
Tal como sucedió a Isaías, el verdadero hombre de Dios que ve al Señor, alto y sublime, caerá sobre su rostro y llorará por sus pecados y los pecados del pueblo de Dios. Entonces él será limpiado y purificado e irá en el poder de su grandiosa visión a predicar a Cristo.
Dios le advirtió a Israel: “Los profetas son como zorras…” (Ver Ezequiel 13:4). En otras palabras, algunos no tienen ni siquiera un simple ojo enfocado en Cristo, sino que tienen los ojos llenos de avaricia. Despojan y roban la viña, tomando lo mejor para ellos mismos. ¡Andan en sus propios caminos, alimentando su propio ego!
Estos profetas egoístas, que buscaban lo suyo propio, decían y enfatizaban que habían oído la voz de Dios. Reclamaban que era una palabra profética directamente del cielo.
“Vieron vanidad y adivinación mentirosa. Dicen: Ha dicho Jehová, y Jehová no los envió; con todo, esperan que él confirme la palabra de ellos”. (Ezequiel 13:6)
Las multitudes del pueblo de Dios quienes corren a acercarse para oír mensajes suaves solamente necesitan tomarse un segundo, y honestamente mirar y observar lo que están oyendo y creyendo.
“¿No habéis visto visión vana, y no habéis dicho adivinación mentirosa, pues que decís: Dijo Jehová, no habiendo yo hablado?” . (Ezequiel 13:7)
“Sí, por cuanto engañaron a mi pueblo, diciendo: Paz, no habiendo paz; y uno edificaba la pared, y he aquí que los otros la recubrían con lodo suelto”. (Ezequiel 13:10)
Su mensaje era: “Dios me ha dicho que todo está bien. No hay problemas en los tiempos venideros. ¡Buenos tiempos! No vendrá juicio o tribulación. El deseo de Dios es que todos estemos felices, prósperos y descansadamente…” ¡El Señor le llama a esto engañoso!
Yo no creo que los ministros estén tomando suficientemente en serio la tragedia de predicar el mensaje equivocado. ¡Cómo nos atrevemos a predicar paz y buenos tiempos contínuos e interminables a un mundo y a un pueblo que están al borde del juicio!
El pecado de Israel estaba a punto de explotar en fuegos increíbles de ira divina. Ezequiel no deseaba predicar tal mensaje que causaba molestias, especialmente a un pueblo que se amontonaba alrededor de los profetas de almohadilla, quienes le decían al pueblo de Dios que todo estaba bien.
Veamos lo que Dios estaba tratando de decir a su pueblo: “Por tanto, así ha dicho Jehová el Señor: Como la madera de la vid entre los árboles del bosque, la cual di al fuego para que la consumiese, así haré a los moradores de Jerusalén. Y pondré mi rostro contra ellos: de un fuego escaparon pero otro fuego los consumirá… Yo he puesto mi rostro contra ellos… Haré que esta tierra sea desolada, por cuanto abusaron del pecado dice Jehová el Señor” (Ezequiel 15:6-8, Spurrell).
El pueblo rechazó la verdadera palabra de Dios. Las masas corrieron tras sus maestros para oír el mensaje engañoso: “Dios no es esa clase de Dios. Él desea únicamente lo mejor para todos nosotros. Gran paz y buenos tiempos están por delante. No escuchen a los profetas anticuados de juicio. Dios me ha dicho directamente desde su trono que lo mejor está por venir” (Ver 2a Timoteo 4:1-4).
Yo te pregunto a ti, ¿qué harán estos profetas de almohadilla cuando Dios comience a juzgar los pecados de esta nación y les quite su pan y su plenitud? Piensa en las multitudes de cristianos sinceros que no están preparados, quienes deberían estar arrepintiéndose de su tibieza; quienes deberían estar llorando por causa de su conformidad con el pecado y de su avaricia; quienes deberían estar dejando y abandonando todo en vez de estar acumulando.
Gracias a Dios, el Espíritu Santo está levantando un pueblo santo que está harto de todos los ministerios centrados en sí mismos y su clamor es: “¡Queremos ver a Jesús!”. El Evangelio centrado en el hombre no puede perdurar mucho tiempo más. Un tiempo de limpieza está por delante. Nos estamos dirigiendo a fuegos de refinamiento.
Mientras que los cristianos tibios avariciosos se echan a sus anchas a descansar en sus lechos de quietud y comodidad con lujos, un remanente se separará e irá en busca del Novio. Cristo se va a revelar al humilde, al pobre de espíritu, y la verdadera palabra de Dios fluirá hacia otros con unción y poder. La unión con Cristo se convertirá en la perla de gran precio.
II. El verdadero hombre de Dios predica y practica el negarse a sí mismo
¡Compara esto con lo que los profetas de almohadilla enfocan en sus mensajes! Dios dijo de ellos: “¿Y habéis de profanarme entre mi pueblo por puñados de cebada y por pedazos de pan, matando a las personas que no deben morir, y dando vida a las personas que no deben vivir, mintiendo a mi pueblo que escucha la mentira?” (Ezequiel 13:19). Una traducción moderna a este versículo es: “Estos profetas de almohadilla tienen dinero en sus mentes. El dinero les ha hecho mentirosos”.
He aquí un retrato completo de un profeta de almohadilla. Él permite que su imaginación corra desenfrenadamente. Él opera en la idea que la prosperidad durará para siempre. Edifica sobre sueños y planes. Para hacerlo necesita dinero –mucho dinero–. Su necesidad de dinero se convierte en el enfoque de su ministerio. Él termina diciendo mentiras al pueblo de Dios para conseguirlo. Entonces él lo contamina todo diciendo: “Dios me dijo…”.
El mensaje de Jesucristo es dolorosamente directo: “NIÉGATE A TI MISMO Y TOMA TU CRUZ”.
“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” . (Mateo 16:24)
Negarse a sí mismo. ¡Qué concepto que suena tan extraño en estos días de tantos mensajes acariciadores y cómodos! Estos profetas de almohadilla lo han rechazado por completo. Negarse a sí mismo es el abandonar y renunciar a todo lo que impide la presencia constante de Cristo.
No hay ningún mérito en negarse a sí mismo. Somos salvos por gracia solamente. No se trata de ganar los beneficios de Dios. Pero negarse a sí mismo quita todo lo que impide tener una comunión constante con Cristo. Pablo dijo: “Sino que golpeo mi cuerpo (lo disciplino) y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.” (1a Corintios 9:27).
No estamos poniendo nuestros cuerpos bajo control; nuestras pasiones y apetitos no están bajo sujeción. Programas sensuales de televisión estimulan los apetitos carnales entre los cristianos hacia la pornografía. La lujuria y la sensualidad están casi fuera de control, aun entre los cristianos. Casi a diario escucho de pastores y hermanos que pasan horas viendo películas pornográficas.
Multitudes del pueblo de Dios, incluyendo predicadores del Evangelio, desperdician un tiempo precioso ante el ídolo de la televisión. Tal como Lot, nuestras mentes están siendo perturbadas por las cosas que vemos y oímos.
La comida se está convirtiendo en el narcótico de los creyentes. No necesitamos cocaína o alcohol, tenemos una droga legalizada: la comida. Nunca en todo el tiempo que tengo de convertido he visto tantos cristianos con apetitos fuera de control.
La verdad más profunda acerca de negarse a sí mismo va más allá de despojarnos de las cosas materiales. Tú puedes vender tu televisión, huir de todos los sonidos e imágenes eróticas, traer todos los apetitos de la carne bajo control, y aún no haberte negado a ti mismo.
Lo que Cristo está pidiendo, es una clase de devoción hacia Él mismo, que eche fuera del corazón todo lo que impide una profunda unión con Él. Es un compromiso a convertirnos en absolutamente nada ante Dios y los hombres. Es estar completamente dispuestos a decir como Pablo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí…” (Gálatas 2:20).
El mundo deberá perder su encanto para nosotros. Debemos morir a toda ambición personal –a todas las ataduras, a las cosas terrenales– hasta que podamos decir honestamente: “Yo estoy muerto a este mundo y todo lo que representa. Ya no vivo yo”.
Físicamente vivo, ¡sí! pero yo debo morir a todo lo que impida mi visión y amor por Cristo. Cualquier cosa que sea deberá irse. ¿Lujuria, sensualidad, lascivia? ¿Planes de nuestro propio yo? ¿Amarguras, enemistades, rencores, envidias, malos sentimientos? ¿Reconocimiento? ¿Autoestima? Debo morir a todo esto. Debo traerlo todo a la cruz y ejecutar un juicio de mi propia persona.
¿Por qué los cristianos que están a punto de morir se separan tanto del mundo y de las cosas físicas y materiales? Es porque la eternidad está a la vista. Todo palidece en comparación al gozo que está por delante. ¿Por qué no podemos vivir así todo el tiempo? ¿Por qué no mantenemos nuestras mentes fijas en Cristo en todo tiempo?
III. Un verdadero hombre de Dios expone con atrevimiento santo el pecado. ¡Él nunca encubre la maldad!
Los profetas de almohadilla no tienen fundamento de santidad sobre el cual edificar. Ezequiel dijo: “Y será descubierto su cimiento…” (Ezequiel 13:14).
Los profetas de almohadilla estaban construyendo paredes con mezcla de cal y arena sin consistencia, o sea como un lodo suelto, y pintadas las grietas por encima con cal para blanquear las paredes.
Lo peor de todo, es que con su mensaje y la manera en que lo decían, “entristecieron con mentiras el corazón del justo y fortalecieron las manos del impío” (Ver Ezequiel 13:22). Dios les acusó de estar enviando al infierno las almas por ignorar el pecado. Esto entristeció a Dios, que hijos de Dios comprometidos con el pecado fueran animados, en vez de ser expuestos a su pecado. La ligereza en cuanto al pecado únicamente los confirmaba más a seguir envueltos en sus pecados.
Dios no permitirá a ningún ministro del Evangelio entristecer, perturbar o afligir a sus escogidos y seguidores devotos y sinceros sin su previo consentimiento. Pero tampoco permitirá Dios que los profetas de comodidad le llamen a lo malo, bueno –y apapachen a los cristianos apóstatas que necesitan arrepentirse–.
Ciertamente estamos llamados a predicar el Evangelio de gracia, misericordia y perdón. Pero al hombre de Dios también se le ordena levantar su voz, hablar fuertemente y no detenerse para mostrarle al pueblo de Dios sus pecados.
“Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado”. (Isaías 58:1)
¿Podrá ser que no podamos levantar un patrón de santidad a causa de la corrupción en nuestros propios corazones? ¿Podrán nuestros propios pecados quitarnos ese atrevimiento santo de exponer el pecado? ¿Estaremos pasando por alto los pecados de otros a causa de los pecados habituales en nuestros corazones?
¿Conoces algún hombre de Dios que hable fuertemente con determinación contra el pecado? ¿Su mensaje suena no de legalismo sino de pureza profunda personal? Entonces siéntate y escucha su mensaje, porque él tiene la verdad que te hará libre. Él es un verdadero profeta de Dios, y hace a todos los otros profetas temblar y temer. Los profetas de almohadilla le desprecian porque el camina con la verdad en su interior.
¡Busca este mensaje de Dios que haga a Cristo real en ti! Que te convenza de tu tiempo desperdiciado y de que te estás volviendo hacia las cosas de este mundo, que te señalará y te expondrá el pecado.
Los profetas de almohadilla están edificando sus enormes paredes. Ellos se ven muy exitosos y bendecidos. Pero Jehová dice:
“Di a los recubridores con lodo suelto, que caerá; vendrá lluvia torrencial, y enviaré piedras de granizo que la hagan caer, y viento tempestuoso la romperá. Y he aquí cuando la pared haya caído, no os dirán: ¿Dónde está la embarradura con que la recubristeis? Por tanto, así ha dicho Jehová el Señor: Haré que la rompa viento tempestuoso con mi ira, y lluvia torrencial vendrá con mi furor, y piedras de granizo con enojo para consumir. Así desbarataré la pared que vosotros recubristeis con lodo suelto, y la echaré a tierra, y será descubierto su cimiento, y caerá, y seréis consumidos en medio de ella; y sabréis que yo soy Jehová”. (Ezequiel 13:11-14)
Dios nos ha dicho que en estos últimos días nuestros jóvenes verán visiones. No de éxito, o prosperidad o de grandes hazañas. Habrá una visión para todos: ¡CRISTO!

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