Día Mundial de las Misiones 2014
¡Dios les bendiga, amados hermanos y amigos! Les saludo en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Nuevamente, el Señor nos da la oportunidad de poder celebrar “EL DÍA DE LAS MISIONES” del Movimiento Misionero Mundial.
Este es un día especial y maravilloso, porque todas nuestras iglesias en el mundo se reúnen para tener un día de ayuno y oración, exclusivamente por la labor misionera que se lleva a cabo en cada país. Pero también, se recolecta una ofrenda especial con el fin de seguir impulsando la labor misionera, la cual muchos hombres y mujeres se encuentran realizando en diferentes lugares del mundo.
Dios sigue abriendo puertas importantes en diferentes países con el fin de predicar el Evangelio. En el continente asiático y africano, el Evangelio de Jesucristo se ha estado fortaleciendo. En muchos casos, a escondidas y ocultos para no ser vistos; sin embargo, ya hay un pueblo que busca, honra y cree en el Señor Jesucristo. Se han podido establecer nuevas iglesias y se han celebrado convenciones llenas del poder del Espíritu Santo. En Europa, la Obra sigue creciendo y las puertas siguen abriéndose, a pesar de la fuerte secularización que impera en la región. Y de la misma manera, en el resto del mundo Dios ha sido fiel y nos ha ayudado a seguir avanzando.
Por esto y muchas razones más, deseo poderles motivar de nuevo a que se unan a los miles de hermanos de esta preciosa Obra del Movimiento Misionero Mundial para orar, interceder y apoyar económicamente la labor misionera que se está realizando en muchos lugares. Esta es una noble labor en la cual podemos participar todos, siendo parte del engrandecimiento y propagación del Evangelio de Jesucristo.
Para este año 2014, el Señor me ha dirigido para que el lema oficial del Día de las Misiones sea:
“ALZAD VUESTROS OJOS Y MIRAD LOS CAMPOS.”
La labor misionera es primordial en nuestro servicio a Dios.
Basado en Juan 4.35:
“¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega”.
Dios nos ha dejado la responsabilidad de alcanzar al mundo con las buenas nuevas de salvación, por lo que cada iglesia local debe procurar llegar a todas las personas a su alrededor, estableciendo nuevas iglesias y apoyando a otros para que puedan ir a lugares distantes, ya sea dentro o fuera de su país.
La fuerza dominante en la obra misionera es la iglesia local. Si la iglesia se encuentra en constante crecimiento, entonces habrá hombres y mujeres dispuestos para ir al campo misionero.
Todo esto exige un esfuerzo unido y voluntario para poder obtener resultados positivos y para cumplir con la gran comisión de evangelizar al mundo. Es menester de la iglesia local, el formar y enviar misioneros y apoyarles tanto en oración como económicamente.
Una de las cosas que detiene la labor misionera es la falta de voluntad y disposición para servir. Mucho pueblo cristiano, lamentablemente, ha puesto lo material como una prioridad. Esto, ha provocado que lo espiritual pierda valor y significado.
Los jóvenes de las iglesias en general, se inclinan a buscar las cosas que les produzcan ganancias y es por eso que muy pocos disponen su vida para el servicio de la obra del Señor. Muchos de ellos se encuentran tan entretenidos en sus labores cotidianas, que no son capaces de dedicar ni tan sólo una hora para la predicación del Evangelio.
La obra misionera debe estar en el corazón de la iglesia y de cada creyente. Cuando uno realmente se siente salvo, quiere que todos conozcan y disfruten de la salvación.
Los apóstoles eran hombres que tenían la visión de Dios, con una gran compasión por los perdidos y que sabían gemir por el dolor humano. Esta labor les fue encomendada con el fin de agradar a Dios y no para la exaltación personal, la cual demuestran a través de la disposición y entrega, no importando los deseos personales, sino solo poder ser instrumentos útiles al Señor para llegar a la humanidad. Trabajando con afán y fatiga, noche y día, porque conocían, por experiencia propia, lo que predicaban y sentían.
Disfrutemos juntos de este hermoso día. Oremos con todo el corazón, aportemos de manera generosa, trabajemos con intensidad y pasión, declarando con convicción la victoria del Señor.
Me despido, deseándole muchas bendiciones de parte del Creador. Dios le bendiga ricamente y bendiga esta preciosa Obra del Movimiento Misionero Mundial.
Rev. Gustavo Martinez Garavito, Presidente M.M.M.