Los comentarios de Matthew Henry

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Matthew Henry fue un expositor consagrado de la Palabra de Dios que logró gran trascendencia debido a su enorme contribución en pro de la difusión de las buenas nuevas. Nacido en Gales, el 18 de octubre de 1662, creció en el interior de un hogar piadoso encabezado por el reverendo Philip Henry, integrante de la iglesia de Inglaterra, quien lo impulsó a consagrar su vida al Señor.

Estimulado por su madre, Katharine Henry, Matthew demostró un gran interés por los libros evangélicos desde muy temprana edad. En ese sentido, se afirma que leyó en voz alta un capítulo de la Biblia cuando solo contaba con 3 años. En su infancia, cada día, junto con sus hermanas Sarah, Katharine, Eleanor y Ann, realizaba devocionales matutinos y vespertinos, y escuchaba predicar el Evangelio a sus padres, que siempre demostraron su amor y compromiso con el credo del Altísimo.

Primeros pasos

Respaldado por su progenitor, Henry fue confiado al intelectual evangélico William Turner, siervo del Salvador, quien encaminó su existencia académica y lo condujo en sus primeros pasos en el saber. Bajo el influjo del ministro, el futuro predicador aprendió gramática y latín sin salir de casa. Además, con el aliento de su padre, se entregó a Jesucristo en 1672, a los 10 años, con el propósito de servirle y de contribuir para que su rebaño se engrandeciera.

Heredero del amor de su papá por Dios y la Biblia, Matthew prosiguió su educación en Londres durante su juventud. En 1680 fue admitido en una academia cristiana, regentada por el pastor Thomas Doolittle, en la que se nutrió con una serie de conocimientos impartidos por el citado sabio inglés, que tenía un gran prestigio. Sin embargo, debido a la persecución religiosa de esa época, el centro de estudios evangélico fue cerrado en 1682 y Henry debió regresar con los suyos.

En 1685, tras haber continuado su formación espiritual junto a su procreador, Matthew retornó a la capital de Inglaterra para instruirse en leyes. Empero, un año después, desistió de formarse como abogado debido a la vanidad que encontró en el ambiente jurídico de Gran Bretaña y decidió volver a su hogar para encontrar la paz y quietud que solo le proporcionaba Jehová. Entonces, el rumbo de sus días terminó de orientarse hacia el lado del credo del Todopoderoso.

Pastor diligente

De nuevo en casa, Matthew Henry se dedicó a predicar la Palabra de Jesucristo en los alrededores de la propiedad de su familia y viajó con frecuencia a la ciudad de Chester, situada cerca de la frontera entre Inglaterra y Gales, donde con constancia anunció las buenas nuevas del Señor y sus prédicas causaron una impresión favorable entre los miembros de un templo cristiano. Debido a ello, le solicitaron que se hiciera cargo del liderazgo de esta congregación.

Entregado a los designios del Creador, Matthew fue ordenado pastor en Londres, el 9 de mayo de 1687, por un grupo de notables siervos de Cristo. Con posterioridad, a mediados del mismo año, aceptó el pedido de los fieles de Chester, encabezados por el creyente Richard Steele, quien había estado comprometido en la ordenación de su padre como pastor treinta años antes. De inmediato, empezó una labor evangelizadora que se extendería por más de veinticinco años.

Hombre estudioso de la Palabra, que escudriñaba las Escrituras de modo permanente, en sus servicios en Chester acostumbraba orar por espacio de media hora, predicar durante una hora y cantar con los demás miembros la selección de Salmos que él había preparado. Sus mensajes eran expositivos y prácticos en su aplicación a los problemas de la vida cotidiana. Los sábados por la tarde impartía clases especiales para niños y los preparaba para su vida futura junto a Dios.

Aunque sostenía fuertes convicciones personales sobre la sana doctrina, Henry no fue intolerante con los integrantes de otras denominaciones y siempre estuvo dispuesto a prestar ayuda a quien la necesitara. Apasionado del orden, predicaba seis veces a la semana en varias congregaciones en un radio de cuarenta kilómetros, pero siempre procuraba estar el domingo en su púlpito en Chester. Su influencia en la ciudad le permitió edificar un nuevo y más grande templo en 1699.

Desde su iglesia, Matthew se dedicó a proclamar el Evangelio en todas las ocasiones posibles. Además de dos servicios el domingo y dos reuniones durante la semana, predicó con frecuencia en los pueblos vecinos. Asimismo, visitó a los presos del castillo de Chester y les llevó las buenas nuevas. Su fiel exposición de las Escrituras le permitió sostener reuniones mensuales en Wrexham y Beeston. Del mismo modo, evangelizó en templos de Londres y de otras ciudades inglesas.

Obra grandiosa

En el inicio del siglo XVIII, Henry empezó a reunir los escritos que había hecho sobre las Sagradas Escrituras durante su ministerio. Gracias a sus conocimientos de latín, griego, hebreo y francés, así como a su interés por la investigación bíblica, contaba con un cúmulo de textos relacionados con los asuntos doctrinales que supo desarrollar con claridad. En aquel momento, emprendió un quehacer que lo condujo, con el paso del tiempo, a transmitir una serie de reveladores comentarios bíblicos.

Respetado por la comunidad cristiana del Reino Unido de su época, el predicador alcanzó una notable relevancia con su trabajo de explicar e interpretar el Antiguo y el Nuevo Testamento, que le concedió la dicha de exponer hasta el libro de los Hechos. En ese sentido, su cometido exegético no solo brilló en su tiempo, sino que, además, debido a su extraordinario valor espiritual, perdura hasta el día de hoy y es un libro que tiene un sitio de honor en la literatura evangélica.

De acuerdo con la opinión unánime de los expertos en temas relacionados con las Sagradas Escrituras, el trabajo de Matthew Henry es único en su género debido a que contiene una colección de certezas teológicas que son de gran utilidad para comprender el Evangelio de Dios. De igual forma, es apreciado porque durante los últimos tres siglos ha sido empleado y elogiado por célebres ministros como George Whitefield, Charles Spurgeon y John Wesley, quienes recomendaron su lectura.

Últimos días

En mayo de 1712, después de dos décadas y media de servicio en el templo de Chester, Matthew aceptó el llamado de una congregación del municipio londinense de Hackney. Nunca había proyectado dejar su iglesia, pero confió en los propósitos del Todopoderoso al llevarlo a Londres y obedeció fielmente lo que el Creador dispuso para él. Desde su punto de vista, estar en el centro de Inglaterra le ayudaría a culminar sus estudios de la Biblia debido al mayor acceso a libros y estudios bíblicos.

Henry, quien a menudo regresaba a Chester para realizar servicios en su antiguo templo, desplegó un agotador trabajo ministerial en Hackney que se extendió por más de dos años. Sin embargo, en la plenitud de su existencia, dejó de existir el 22 de junio de 1714 luego de visitar su congregación primigenia. Conforme a las crónicas de sus contemporáneos, el ministro sufrió el infortunio de caer de su caballo, en el pueblo de Tarporley, y se marchó al encuentro con el Señor.

Con sus prédicas y sus abundantes trabajos personales vinculados con la Biblia y en provecho del Evangelio, Matthew Henry sirvió a su generación y pasó a la historia del cristianismo como el gran comentador de las Sagradas Escrituras. Sembrador de la piedad y propulsor de la Palabra del Altísimo, el siervo del Creador es recordado y estimado hasta la actualidad en el entorno de los seguidores de Jesucristo que tienen en él a un distinguido arquetipo de fe.

 

Fuente: Impacto Evangelistico

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