La Santidad de Dios

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La Santidad de Dios«¿Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad, Terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios? » (Éxodo 15.11)

«Who is like You, O Lord, among the gods? Who is like You, glorious in holiness, Fearful in praises, doing wonders?» (Éxodo 15.11)

Dios posee dos clases de atributos. Atributo según la Real Academia de la Lengua Española es: «Cada una de las cualidades o propiedades de un ser.». En lo que respecta a Dios también dice: «Cada una de las perfecciones propias de la esencia de Dios, como su omnipotencia, su sabiduría, su amor, etc.»

Como he señalado, Dios posee en su naturaleza divina dos clases de atributos, atributos naturales y atributos morales. Los atributos naturales de Dios tienen que ver con la esencia de su naturaleza divina, esto es: Omnisciencia (todo lo sabe, todo lo conoce, en el pasado, en el presente, en el futuro), Omnipresente (se encuentra presente a la misma vez en todo lugar), Omnipotente (todo lo puede, su poder no conoce límites y está regulado por su Sabiduría e Inteligencia, Dios no hace nada contrario a su naturaleza y sabiduría perfectas). También Dios es Eterno este es otro de los atributos naturales de Dios, no tiene principio de días ni tampoco final. Podríamos seguir con otros muchos de sus atributos naturales que están relacionados con su naturaleza.

Luego Dios tiene atributos morales, de nuevo usamos la definición del diccionario: «Perteneciente o relativo a las acciones o caracteres de las personas, desde el punto de vista de la bondad o malicia.» naturaleza moral es lo que define el carácter de Dios, desde el punto de vista, de cómo usa sus atributos naturales, cómo usa su Omnisciencia, su Omnipresencia, su Omnipotencia y su Eternidad. En resumen cómo Dios reacciona frente a las situaciones que se presentan ante Él.

De esos atributos morales destacaremos que Dios es Amor, Misericordioso, Justo, Fiel, Verdadero, Clemente, lento para la ira, pronto a la misericordia. El tiempo y el espacio de este programa no bastarían para exponer todas las perfecciones y cualidades de nuestro Dios.

Entre todos estos atributos morales de Dios deseo destacar la SANTIDAD de DIOS, este atributo le es muy entrañable a nuestro Dios por el énfasis que Él mismo repite, destaca, enfatiza y recalca continuamente.

La palabra santo, santidad, santificación aparece unas 690 veces en la Biblia. Aparece 459 veces en el Antiguo Testamento y unas 231 veces en el Nuevo Testamento.

En (Levítico 19.2) leemos: « Habla a toda la congregación de los hijos de Israel, y diles: Santos seréis, porque santo soy yo Jehová vuestro Dios.»

Notemos que en este texto Dios declara que Él es Santo, cuando la Biblia afirma lo que Dios es, esto nunca caduca, ni cambia en su Naturaleza, por lo mismo está presente en todos los tratos de Él con la humanidad, luego afirma con respecto a su pueblo, «Santos seréis», este verbo es un imperativo, es una orden, es un requerimiento, es una obligación, es una necesidad, para todo el pueblo que invoca el Santo Nombre de Dios.

¿Es la santidad un requisito caducado, obsoleto o acabado? ¡En ninguna manera: el salmista proclamó: « Tus testimonios son muy firmes; La santidad conviene a tu casa, Oh Jehová, por los siglos y para siempre.» (Salmos 93.5)

La palabra convenir «raa» en el original hebreo significa נָאָהnaá; estar en casa, ser agradable (o apropiado), hermoso: convenir, ser bienvenida en casa.

Pero es lamentable decir que la santidad no solamente ha desaparecido de la iglesia de nuestros días, sino que tampoco es bienvenida. Ha desaparecido porque el pueblo de Dios ha consentido en erradicarla de la iglesia. Escuchamos predicadores desde los púlpitos, desde las radioemisoras, desde los sets de Televisión, combatiendo, criticando, tildando de anticuados y hasta ridiculizando a aquellos que siguen creyendo que la santidad conviene, es bienvenida en la casa de Dios, que la santidad no debe sentirse rechazada o extraña en medio de aquellos que afirman tener a Dios.

¿Acaso la iglesia no forma parte de lo que Dios llama su casa, su familia, su pueblo? Con toda seguridad podemos afirmar que si. ¡Entonces la santidad le conviene, le es necesaria a la iglesia, desde los días de su nacimiento y hasta que Cristo venga y la arrebate a los Cielos!

El apóstol Pedro proclama que la santidad del creyente forma parte de la Gracia de Dios en el Nuevo Pacto y como uno de los efectos de la Salvación en Cristo: « Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación;» (1 Pedro 1.13-17)

El apóstol Pablo declara que la santidad es adquirida por la Gracia de Dios y que tiene que ser perfeccionada o creciente en la vida de los que han sido lavados en la sangre del Cordero: « Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios. » (2 Corintios 7.1)

En la epístola a los Tesalonicenses Pablo escribe que la santidad es necesaria para ser arrebatos al Cielo: « Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros, para que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos. » (1 Tesalonicenses 3.12-13)

La santidad forma parte de la educación que Dios imparte a sus hijos: « Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad.» (Hebreos 12.9-10) ¡Cuántos mal educados ocupan las bancas y hasta los pulpitos de la iglesia hoy!

Si queremos ver a Dios tenemos que pensar seriamente en seguir la paz y la santidad: « Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.» (Hebreos 12.14)

Si en el pecado pudimos presentar nuestros miembros a la iniquidad ¿Cómo no podemos presentar nuestros miembros a la santidad? « Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia.» (Romanos 6.19)

La santidad es un fruto del corazón redimido por Dios: « Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.» (Romanos 6.22) Desgraciadamente este fruto no aparece en las ramas de muchos creyentes que son como la higuera estéril.

Algunos nombran a los pentecostales como los cristianos de las cuatro «P», no pintura, no pantalla, no pelo corto en la mujer ni pelo largo en el hombre, no pantalones en la mujer, estos que afirman jocosamente las 4 P del pentecostal de sana doctrina, de vergüenza, de honradez con Dios y con el prójimo se olvidan que los apóstoles denunciaron las modas de sus días.

«Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos,» (1 Timoteo 2.9). La ropa decorosa tanto en hombres como en las mujeres se ha ausentado en los templos cristianos, el oro, las perlas, los collares están presentes en vez del testimonio limpio.

Lo que Dios estima no está en el orden del día: «Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios.» (1 Pedro 3.3-4)

Vemos a los nuevos nazareos del pelo largo sin los requisitos de separación y santidad claramente reglamentados por Dios y su Palabra: Pablo habló acerca de esto en la iglesia: «La naturaleza misma ¿no os enseña que al varón le es deshonroso dejarse crecer el cabello?» (1 Corintios 11.14)

Oigamos la enseñanza de Pablo: « Por el contrario, a la mujer dejarse crecer el cabello le es honroso; porque en lugar de velo le es dado el cabello.» (1 Corintios 11.15)

En los dos actos de adoración más hermosos del evangelio en lo que respecta a Cristo vemos a dos mujeres secando con su cabello largo los pies del Señor: « Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume;» (Lucas 7.37). Esta mujer lloraba su pecado a los pies del Salvador y recibió perdón y salvación.

« Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume.» (Juan 12.3). Esta otra mujer redimida derramó su frasco de perfume puro a sobre la cabeza del Redentor y Sumo Sacerdote ungiéndolo para la muerte en la Cruz del Calvario, su ofrenda fue recibida y alabada por el Señor.

Algunos afirman que Dios no mira lo de afuera sino solo lo de adentro ¿es esto bíblico? « Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.» (1 Tesalonicenses 5.23) Tal parece que algunos se olvidaron que el cuerpo también es considerado como parte integrante de la santificación.

Cuando se predican estos versículos muchos dicen que eso no es doctrina apostólica, sino asuntos culturales de aquel tiempo que ya no están activos hoy. ¿Quién tiene autoridad para decir que lo que los apóstoles de Jesucristo bajo la inspiración del Espíritu Santo enseñaron a la iglesia ya no está vigente hoy?

Jesús exclamó: « (la Escritura no puede ser quebrantada),» (Juan 10.35). La doctrina apostólica ha sido revelada, y aprobada por Dios dentro de su revelación a los hombres.

« Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra.» (2 Tesalonicenses 2.15)

Algunos argumentan que hay quienes por fuera aparecen bien pero por dentro están mal, sin lugar a dudas esto es cierto, alguien puede tener un aspecto exterior correcto y estar corrompido por dentro, pero es imposible que alguien esté mal por fuera y afirme estar bien por dentro.

La santidad externa es la evidencia visible de la salvación y de la santidad interna.

En (1º Crónicas 16.29), Dios nos llama a adorarle en la hermosura de la santidad: « Dad a Jehová la honra debida a su nombre; Traed ofrenda, y venid delante de él; Postraos delante de Jehová en la hermosura de la santidad.» Notemos que no se trata de la Santidad de Dios sino de la del adorador, la santidad del adorador es hermosa ante los ojos de Dios, porque es una declaración de amor, de fe, de respeto, es como decirle a Dios, te amo tal como eres, amo tu Persona, amo tu moral, amo tu Santidad, y porque la reconozco, vengo a Ti en santidad de espíritu, de alma y de cuerpo.

Cuando lleguemos al Cielo ¿dónde estarán las pinturas, las pantallas, los pantalones, los salones donde se corta la honra del pelo?

Puede que esta Palabra no sea del agrado de muchos, pero es del agrado de Dios, y es del agrado de aquellos que han entendido que el mundo no puede ser ni el modelo, ni el estándar del siglo venidero.

Cabe señalar que hay desconocimiento de la historia de la iglesia. Al principio de los años 1916 hubo una explosión y un derramamiento poderoso del Espíritu Santo en la tierra. Las iglesias tradicionales estaban desiertas, el fuego de Dios ya no ardía en el altar, ni en los púlpitos y mucho menos en las bancas. Ese fuego se regó y empezó uno de los avivamientos más tremendos de la historia, hoy el 90% de las iglesias que se han levantado y están regadas hoy por el mundo son las iglesias de fuego y de avivamiento.

Pero a muchos se les ha olvidado las raíces del avivamiento, aquellos creyentes fieles de Cristo y del evangelio eran hombres y mujeres de santidad, la santidad no se cuestionaba ni se ridiculizaba, era la evidencia de la salvación de las almas, no hacía falta hablar de las P, todo el que era redimido lo practicaba, había celo por Dios y por su Palabra. Muchos de los concilios actuales y de los ministerios que han dejado huella eran de los que vivían la Palabra de Dios con todas sus consecuencias, por eso las iglesias han perdido la eficacia de la piedad.

« que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita. Porque de éstos son los que se meten en las casas y llevan cautivas a las mujercillas cargadas de pecados, arrastradas por diversas concupiscencias.» (2 Timoteo 3.5-6)

El pecado y los escándalos campean a sus anchas en medio de un pueblo desorientado, un pueblo que ha perdido el apego a las Escrituras y se ha adherido a un mensaje que no transforma, ni santifica, organizando e invitando al pueblo de Dios a conciertos de salsa, no es de extrañar que también se la pasen sacando demonios a su congregación.

Jesús dijo: « Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. » (Mateo 5.13)

La sal no está presente en los púlpitos, ni en las bancas de la iglesia, cualquiera hoy se llama cristiano. Sin sal no servimos para nada, no somos nada, la sal es símbolo de la resurrección y de la incorruptibilidad, era la refrigeradora del tiempo antiguo, se salaba la carne y el pescado para conservarla de la descomposición y de la podredumbre. Así es la santidad en la iglesia, impide la corrupción y el pecado.

Rev. Alberto Ortega

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