La vida post Morten

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A los 4 años experimentó la separación de sus padres y quedó marcado por el dolor. Vivió una juventud entre la pornografía, el alcohol y las drogas. El danés Morten Chistensen podría ser una existencia perdida de las que el mundo devora eternamente, pero conoció la Palabra de Dios. Liberó su existencia y encontró la paz junto a su esposa e hijos.

Testimonio

Morten, destrozado como un cristal en mil pedazos, miró con tristeza como sus padres, Olaf Christensen y Jane Holmgren, se separaron para siempre sin mayores cere­monias una mañana de 1981. El pequeño de tan sólo cuatro años no dijo nada. Con la mira­da perdida en el horizonte, igual que sus dos hermanas mayores, supo de inmediato que su mundo familiar había finalizado aquel instante y entendió que ya nada volvería a ser lo mismo para él y los suyos. Entonces, empezó a llorar en silencio.

Treinta y dos años después, Morten Chris­tensen Holmgren rememora en la actualidad que esa traumática ruptura, producida por una infidelidad de su padre, fue el punto ini­cial de una gris etapa existencial que lo llevó a recorrer los caminos más difíciles y compli­cados de la vida terrenal. Con cerca de cuatro años en los caminos del Señor, este varón de origen dinamarqués apunta que a lo largo de  alrededor de veintiocho años desperdició sus días confundido entre la pornografía, el alcohol, las drogas y el hedonismo hasta que conoció la Palabra de Dios.

MALA VIDA

Nacido el 28 de diciembre de 1976 en la ciudad de Taastrup, en el este de Dinamarca, Morten pasó su infancia añorando una figura paterna que le enseñara el camino a seguir. Fue quizás ese anhelo no realizado el que, como un hura­cán, le devastó la vida. En el principio, al año de la partida de su progenitor, Christensen afirma que cayó seducido por la tentación de la pornografía y se volvió un adicto a las revis­tas para mayores de edad. Allí, en esa precoz fascinación, se incubó la particular personali­dad de un niño extremadamente tímido

Hoy, convertido en miembro del Movi­miento Misionero Mundial, Christensen habla desde su casa en la urbe de Malmö, en el sur de Suecia, sobre esta lejana etapa de su vida con el rigor de un fiscal. Desde el centro de Escandinavia, en un castellano perfecto afirma que: “fue de casualidad que caí en las garras de la pornografía después que mis padres se separaron. Lo que sucedió fue que encontré muchas publicaciones pornográficas entre las cosas que mi papá había dejado olvidadas y me quedé enganchado a ellas”.

Con posterioridad, en su juventud, Mor­ten descendió aún más en lo mundano. A la edad de quince años, cuando recién se había mudado a la ciudad de Copenhague, capital de Dinamarca, junto a su madre, empezó a fumar y beber según él para “divertirse y es­caparse” del mundo y además para “olvidar” los problemas de su niñez. Al respecto, acota que la sociedad danesa para ese momento ya era extremadamente liberal y por ello no tuvo inconveniente alguno para encontrar un escape entre los cigarrillos y el alcohol.

Cinco años más tarde, luego de separarse de su familia para empezar a vivir solo, Chris­tensen continuó descolgándose sobre lo frí­volo y profano. Mientras trabajaba, cuidando niños en una guardería, tuvo la libertad para experimentar con la marihuana y otras drogas potentes como el LSD, las anfetaminas y la co­caína, en su afán de sentir el máximo placer posible. De igual forma, su osadía lo entregó a los brazos de las satisfacciones carnales y su existencia fue una fiesta constante. Así se gastó la vida durante un quinquenio avanzando sin rumbo como un barco a la deriva.

En esa época, Morten estaba completamen­te alejado de Jesucristo. Para él, incluso, la vida religiosa era un tema que no le despertaba mayor interés. Sin embargo, en su existencia irresoluta que lo había llevado a abandonar la marina mercante danesa en 1995, tras un año de estudios, siempre se filtraba la urgencia de conocer la verdad acerca de la creación y la vida. A pesar de haber conocido en su infancia al Todopoderoso a través de la iglesia lutera­na, para su desgracia jamás se animó a ir más allá en sus inquietudes espirituales.

En 2001, en un viaje de vacaciones por Es­paña, Christensen conoció en Barcelona a la peruana Jaqueline Romero Malpartida y ter­minó anclado en una relación amorosa que le ayudaría a transformar su vida con el paso del tiempo y alejarse de las drogas y el alcohol. En aquel momento, con tres años de experiencia laboral en el aeropuerto de Copenhague y un millón de prejuicios y recelos sobre el matri­monio, lo que menos deseaba era un idilio que apuntara a terminar en el altar. No obstante, el carácter tranquilo de Jaqueline acabó domi­nando los temores de Morten.

El enlace de Christensen y Romero, fruto de su gran amor, se cristalizó el 30 de abril de 2003 en Dinamarca. Pero aquella unión no sólo fue  la maduración de un romance veloz, sino tam­bién fue el punto final para las dudas matrimo­niales del ciudadano danés. Porque urgido por el pronto nacimiento de su primera hija, llama­da Madeleine Elisa, quien llegó al mundo el 27 de octubre del mismo año, Morten debió dejar en el olvido su reticencia a la vida conyugal y decidió ser un padre dedicado.

ENCUENTRO CON EL SEÑOR

Pese a toda su entrega, Morten dejó aflorar el lado más oscuro de su personalidad a los pocos meses del nacimiento de Madeleine Elisa. En­tonces, en tanto Jaqueline esperaba al segundo hijo del matrimonio, se dejó dominar por el mal humor y los celos. Fue allí que su matri­monio se volvió un enlace teñido por las riñas y discusiones constantes. Por aquel tiempo, la familia se mudó a Malmö donde finalmente el 23 de diciembre de 2004 nació Raúl Olaf. Sin embargo, ni la llegada del nuevo descendiente cambió su comportamiento inadecuado.

Luego, en 2007, Jesucristo se asomó en la vida de la familia Christensen Romero y logró penetrar en sus corazones. Primero, Jaqueli­ne escuchó la Palabra del Señor y se entregó a Dios tras percatarse que su vida no tenía sentido sin la presencia del Altísimo. Después, interesado en las miles de historias bíblicas, Morten empezó a leer con la avidez de un niño las Sagradas Escrituras y aceptó que su espo­sa congregara en una Iglesia evangélica sueca. De este modo, Dios marcó la primera etapa de la conversión de Christensen

La decisiva aparición de Cristo en la exis­tencia de Morten sucedió el 29 de marzo de 2009 tras perder su empleo en el aeropuerto de Copenhague debido a la crisis financiera mundial. Aquel día, perturbado por su futuro, oró por primera vez con fe a Jesús y su clamor fue escuchado por el Señor quien se manifestó a través de una poderosa voz que le dijo se­gún su confesión: “estoy contigo. Confía en mí y todo saldrá bien”. Y así fue. Al cabo de dos semanas, recuperó su trabajo y se sometió a la voluntad del Dios Todopoderoso.

En la actualidad, tras unirse a la Obra de Dios a inicios de 2011, Morten Christensen es uno de los cuatro integrantes del templo que tiene el Movimiento Misionero Mundial en Malmö. En esa ciudad, ubicada a veinte minu­tos de Copenhague, vive para y por el Señor y pasa sus días con tranquilidad y paz al lado de su esposa Jaqueline y sus hijos Madeleine Elisa, Raúl Olaf, Naomi Olivia, quien nació el 14 de agosto de 2010, y Bryan Lucas (fruto de una relación anterior de su esposa). Y es tal su gratitud al Creador que apenas puede hablar de Él y de lo “maravilloso de su amor restau­rador”

Fuente: Impacto Evangelístico

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